sábado, 20 de enero de 2018

¡Pequeña ciega!

Mordería el anzuelo las veces que fueran necesarias, porque muero, me apago lentamente si no tengo la sensación de que sientes algo por mí, de que sabes manejarte tan perfectamente y complaces a todos a la vez tan solo con tus intensas miradas, con tu perversa manipulación que te permite derribar todos los objetivos que colocas en tu mira, del que yo no pude salir ilesa, del que apenas puedo reconocer que me transformó en todos los sentidos, puede que se trate de un síndrome pero sí que no de una confusión, porque es que te quiero tanto, quisiera gritarlo a mil voces pero la verdad creo que ya lo hago, no es un secreto que me derrito al tenerte cerca o siquiera al escuchar tu nombre, mi cuerpo se sacude en oleadas de ilusión y adquiero el espíritu del cachorrito que solo espera la atención de su amo.

Parece ridículo lo que me pasa o más bien lo que no se me pasa, porque mis vagos esfuerzos son en vano, porque derrocho fuerzas en tratar de salir inmune de cualquiera de tus encuentros, de esfumar la magia que me invade por días enteros luego de rendirme a mis verdaderos impulsos, aunque mi contrariada cabeza me repita una vez más que jamás tendré oportunidad de que tú te detengas a mirarme. Es absurdo, sí, pero a pesar de que mi razón se ralentiza cuando detecta tu cercanía igual trata de encontrar la forma de escapar de la colisión que me deja pasmada cada vez que tu figura se aparece en la pequeña distancia en la que soy capaz de reconocerte siempre tan amenazadoramente deslumbrante, a la vez que despido a mi sensatez pues para ese entonces ya me encuentro vulnerable a ti, quedo hecha polvo los tres días que se suceden tras no volverte a ver, toca a mi puerta una incontrolable sensación de pérdida, porque te juro que temo que se haya tratado de la última velada, es así como te pienso a cada instante… aun conociéndote, aun odiándote a ratos al percatarme de lo lejos que eres capaz de hacer llegar tu malicia sin siquiera pestañear, cometiendo actos repugnantes que has hecho formar parte de tu naturaleza, despegándote sin reproches del lado humano que suplica ser incluido en tu mundo, como muchos otros… aun considerando tus marcados defectos que definen tu apagada personalidad, ¡a la mierda todo! prefiero sucumbir ante ti, a causa de que mis latidos no escapan de tu encanto, se acompasan al ritmo vertiginoso de las emociones que despiertas en mí.

Reconozco que todo se reduce a cenizas comparado contigo, todo lo demás pierde su belleza o queda relegado a la imagen de un triste carbón que no provoca el más ínfimo fuego. Ni siquiera intento luchar con esto, mi impulso frenético es seguir creyendo en lo que siento por ti, me mantengo a base de fe, y a decir verdad eres la única esperanza que me mantiene en este subordinado papel de ingenua, esperando por una de tus migajitas de afecto, en este asqueroso e irremediablemente roto mundo que siembra cánceres que calan en lo más hondo de nuestros huesos y nos arrebatan las ganas de ver un mañana mejor.

Como negarme a cuanto ocasionas, esa oleada sin precedentes que me invade con tal ímpetu que aún me sorprende lo voraz que puede ser mi mente, alentándome a encontrarte y hacerte presa de los sentimientos que sembraste en mí, de hacerte pagar por lo que te apropiaste sin permiso alguno. Ojalá pudiera creer que la ley de atracción existe o que por lo menos puede funcionar cuando en verdad la necesitas, si fuera el caso, no tardaría en demostrarte que tenerte a mi lado es mi sueño desde hace ya varios años, y es que me devuelves la dicha, me sucumbes a un estado de éxtasis infinito, me sonrojas cada extraño componente del cuerpo, me inspiras a cometer locuras, a desenvolver mis ganas de querer luchar contra el mundo solo por verte con tu sonrisa que embelesa, que me ciega de los demonios, que me levanta del piso quebrando la realidad solo para hacerme volar a fuerzas de suspiros.

Te quiero, de verdad lo hago, aunque me dañes sin siquiera saberlo y eso me deslice a un vacío muy cercano a la locura, aunque me regales tus mortales minutos de amor para luego olvidarme por varias estaciones. Tu beso de Judas que logra convencerme de que eres tú con quien quisiera estar el resto de mis días, tal vez solo contemplándote, viendo envejecerte desde lo lejos. A ti, tratando al inclemente tiempo con desdén, teniendo la seguridad de que tus piernas jamás perderán la gracia, tus ojos el brillo, tus labios el dulce néctar de la pasión que rebosas, los trazos que delinean tu cuello y clavículas imperturbables, o tu alma vil que encubre lo realmente maravillosa que de a ratos te dejas entrever.

Jamás la vida me pudo dar mayor obsequio que conocerte, podría tener mi último suspiro en cualquier instante y me iría segura de que valió la pena alcanzar el privilegio de que me quisieras, siempre digo que mi sueño es convertirme en una persona grande, lo que no saben es que ya lo he sido mil veces cuando solo tengo que recurrir a la memoria y acariciar los recuerdos en los que fugazmente me hacías sentir como el centro de una pequeña isla protegida de todo daño. 

Qué nervios me produce verte. Tengo una sensación en el pecho, es algo así como miedo mezclado con unas terribles ganas de llorar mientras le digo improperios al mundo, porque no me ha dotado de cojones, soy solo una niña que no quiere crecer, que le aterra todo lo que la rodea y que prefiera odiar y alejarse antes de que el sol se vuelva a poner. Que rabia, que impotencia no ser lo que quieres…

Ojalá pudieras entender que no necesitas que todos te deseen para sentirte con poder, ¿por qué recurrir a las demostraciones?, es un hecho que resultas atractiva para cualquier mortal. Quizá tan solo es que me muero de celos, de impotencia por no poder censurar a todos aquellos que dejas cruzar los límites contigo. Tal vez es eso lo que quieres de mí, para poder abalanzarte definitivamente y sin los miedos que te transfiguran, pero no, me niego a reunir coraje solo para robarte la vergüenza, no quiero ser otro guión en la lista de los que te humillan, de los que ven en ti pura belleza y placer, para mí siempre serás mucho más que eso y no requiero de idealizaciones para comprobarlo.

Volvería a mis años de secundaria solo para imaginarme conociéndote otra vez… eres mi canción en bucle desde entonces, no podría sembrar mi pasado sabiendo que no podría dejar que las mariposas de las que eras dueña se quedaran en mi vientre, revivir los cortocircuitos que provocabas en mi mente, la energía que desprendían mis manos cuando tratando de controlar el temblor o los nervios rozaba tu joven piel, la humedad que aguardaba bajo mi ropa interior al atisbar tu cuerpo tan cercano al mío, el estado de ternura que me embriagaba más que cualquier cosa, cuando me cantabas al oído, cuando atisbaba tu silueta desnuda, tu cuerpo sin un deje de defectos, tus juegos maliciosos, y el par de besos castos que me dejaron trastornada, tu olor, tus caricias, tus nalgadas, pellizcos que no dolían más que el saber que el tiempo pasaría y me alejaría de ti, tus abrazos, tus bailes, tus celos, o cualquiera de los trucos de dominación a los que recurrías para hacerme sentir bajo tu yugo. Desearía… no repetir esos momentos, sino crear nuevos, porque todos han sido tan diferentes, pero sin perder la esencia, cualquiera podría reconocer mi lenguaje corporal cuando mencionan tu nombre, o cuando te apareces en mi vida inesperadamente para volver a agitar las aguas que tanto me cuestan mantener calmadas, eres mi elixir, el delirio de deseo inexplicable que me invade con frenesí con tan solo escuchar tu voz… esa forma que tienes de usar las palabras como dardos que desinflan cualquier espíritu orgulloso para que se doblegue a tus pies, así me traes.

Puede que sea tu conquista más fácil pero aún no consigo razones para arrepentirme o de hacerle un nuevo reproche a un ser superior o a las jugadas del universo. Sabes, aunque en este juego siempre lleves ventaja, anhelo darte la revancha muy pronto, sea como sea, sobran razones para entender porque entre tantas personas, eres tú a quien ya pertenezco… fue inevitable.


                Enséñame a superarte.

Porque mis dudas se confirman y tengo la certeza de que no volveremos a estar. ¿Me quieres? Sé que sí, pero sufro por enamorarme de una p*ta.

 Que ilusa soy, pensé que no había nada en mí, pero tú, ME JODES, no hay nada más que decir.


viernes, 7 de abril de 2017

Anhelo.

Porque la sed aquieta mis sentidos, utopía de querer amar, a destiempo,                     condenado al destierro, al exilio, a morir en una condena segura...                                                                  
Y solo tengo besos amargos de botellas que me llevan a la cama con más frecuencia en la penumbra, teñida por la censura tras una trágica fisura de recuerdos que no existieron, sumándole un paso más a la seguridad de la locura.
                                                         
Es una certeza que la pasión se quiebra a pedazos al no tener por dónde empezar, que allí dónde retoña una esperanza, el mundo se encarga de repetir que no es tu turno, que quizás en otra vida, cuándo ya no anheles lo que tanto quieres llegará la oportunidad.

Ella huye para no darse de bruces con ese mar de ironía que se desboca, que se muere de ganas por gritar un nombre, por vivir a latidos, por sangrar ilusiones, por sentir un lastimero ruido del ave enjaulado en su pecho, ése que nunca aprendió a cantar. La misma que admite haber perdido el vuelo, uno que nunca alcanzó. Ella repite que los primeros pasos se dan en compañía de alguien que vele por ti y no a ciegas, ni a tientas... esperando el susurro de alguien que sabe suplir su aunsencia en forma de viento salado, que ciega de a ratos para que obvies la realidad que tarde o temprano resulta más evidente que la gravedad... 

Sí, es fácil darse cuenta que antes se carga una recámara de balas, que los     sentimientos que pueden tener por ella, el final es el mismo, la indiferencia termina por matarte, solo que el impacto demora un espacio de tiempo en destruirte por completo. Calandote desde dentro, arremetiendo comtra lo más profundo del alma, convirtiendo en cimientos los pensamientos que creías imperturbables, exponiendo a esa pequeña mente que no dudó en jugársela sabiéndo que ya estaba perdida. Dejando a un cuerpo inerte frente a toda posibilidad de superación.

jueves, 3 de marzo de 2016

Cuando existías.


Ojalá pudiera tener el valor para decirte todo lo que tuve que callar por miedo a que fueran las últimas palabras que me permitieran retener tus manos. Estaba perdida, lo reconozco, me dejé cegar por la luz de tus ojos, esos pequeños soles que más que llenar mis días de vida, me causaban tal ardor en el alma, que no pasaba un segundo en el que no me preguntara si estaba haciendo lo correcto.

Negué tres veces mi dependencia a ti, el mismo número de pasos que tardaste en enfilar tu camino lejos de mi vida. Y es que reconozco que nunca estuviste en ella, que lo tuyo no eran los compromisos, que quedarte en mi cama un par de minutos más, me convertiría en algo más que un polvo casual, y no necesitabas ver a una estrellita más titilar en la inmensidad del cielo en busca de tu amor, ya contabas con suficientes...

"Espera, no se trata de un capricho, te necesito" conseguí suplicarte antes de darme cuenta de lo que mi poca dignidad quería hacerme presa.

Yo quería brillar como la luna sin darme cuenta que me parecía muchísimo a ella, llena de cicatrices y con días grises justo como su cara. Ella me miraba e incluso llegaba a compadecerse de mí, porque sabía que no tenía nada que envidiarle.

En sueños me dijo que solo podía sonreírle a los enamorados y ciertamente yo carecía de ese privilegio, estaba apegada a una sombra perfumada con el dulce aroma de la mentira, a un recuerdo que ahora me parece lejano y lleno de pena, pues solo fue la máscara con la que te presentaste ante mí para alimentar mis pesadillas, para burlarte de la ansiedad que suponía buscarte y no encontrarte.

Hice callar al mundo para oír tus latidos y dejé de respirar para sumergirme en tu piel. Terminé hecha un ovillo en un rincón de mi cama con el único consuelo de un amante que tenía prisa en seguir su rumbo con o sin mí, y no dejaba de presionarme con su tic-tac.

Nunca te encontré.

Tampoco llegué a entender como tu vacío podía abarcarlo todo.

Pero tengo algo que contarte, ahora soy libre y puedo volar... y no debido a tus caricias.
 
 

 



domingo, 27 de septiembre de 2015

Reanimación.

  Me resulta imposible olvidarte. Desde el principio dejaste tu huella marcada en lo más profundo de mí, tus pisadas quedaron como las cenizas que recuerdan el incendio de un alma que te necesita, indicando el camino a mi corazón que decías era tu hogar.

   Es que llegaste a mí para salvarme, para hacerme cirugía a corazón abierto, pero pretendias repararme tan rápido que olvidaste como usar las agujas con delicadeza y terminaste por pinchar tus manos y mezclar tu sangre con la mía, ese fue el peor error que pudiste cometer pues con cada uno de los minutos que pasan siento las puntadas que me recuerdan a ti, a tus manos y a la forma en que acariciabas mi pecho para hacerme entrar en calor  y, créeme que es una putada no poder estar contigo cuando siento mi pecho desconsolado queriendo hacer sangrar la herida hasta morir, pero le resulta tan difícil que ha perdido la cuenta de las veces que ha sido capaz de nombrarte a ver si aparecías en el último instante para evitar un adiós definitivo. Es curioso que se acerque al número de veces que he perdido la razón por ti.

   La parte del hilo que nos unía aún la conservo, intacta, porque tengo la esperanza de que vuelvas, tal vez para terminar de matarme. Ven y ahorrame esta tortura que se traduce en espera, que el punto final para esta historia quiero que sea tu nombre en todos los idiomas en los que te decía cuánto te quería...

   Y te quiero, y te amo.

   Cada uno de mis problemas insisten en llevar tu nombre. Dejame decirte que tu trabajo como ilusionista funcionó muy bien, aún me sorprende como desaparecías y volvías cuándo querías, mientras yo solo aplaudía hipnotizada por tu sonrisa.   
                                                                
   Por ti, mi mente se hizo suicida. Ten en cuenta que solo puedo rehabilitarme en ti.

   Contigo aprendí que la cura resulta ser peor que la enfermedad, porque viniste a robarme el aire, y hacerme necesitar de ti desde el momento en que uniste tus labios con los míos en un intento de reanimar mi corazón, tú lo llamabas RCP, y desde entonces en ocasiones fingía perder el aire cada vez que te tenía cerca, porque anhelaba que tu lengua heroica me hiciera volver al mundo pero sin los pies en la tierra.